El día ha ido lento
la perfección cúbica de la habitación resulta aburrida.

El día entero transcurre sin distinción, e invade una sensación de desconexión. Es como si la densidad se hubiera perdido, flotando ingrávida en un espacio apenas definible. Más liviano que el aire mismo, suspendido en la incertidumbre. A lo lejos, en medio de esa quietud, una silueta se perfila con sutileza, difusa y distante.

Es


Una puerta.


Se le pide que se abra, con la mente.

Su luz interior invita y aclara el alma.
La respiración, el corazón y su palpitar, así como el parpadeo de los ojos, ganan más propósito en cada instante.

Todo suena alrededor, cosas nuevas, intrínsecas, a punto de perderse en su esencia; un tono familiar confirma el entusiasmo. ¿Vamos a dar un paseo?
El tiempo sigue su curso.

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