Las calles están frías, llenas de velas y almas, hay un aroma extraño en el aire, que se extiende la mano que sostiene, es áspera, cálida. Un velo disfraza el rostro, ahora está en el olvido, voces extrañas dicen palabras conmovedoras, una con otra intercambian consigo mismas, tesoros que brillan.
Una suave brisa abraza al ser; visiones de conocidos pasan y se van fugazmente, como un parpadeo de un lucero.
Algunos parpadean más que otros.
¿Por qué no saludarlos?